domingo, 28 de febrero de 2010

Pero.

La máscara cae, Anny sonríe.
—No estoy nada triste. A menudo sentí asombro, pero me equivocaba: ¿por qué
había de estar triste? En otros tiempos fui capaz de pasiones bastante hermosas.
Odié apasionadamente a mi madre. Además a ti —dice con desafío— te amé
apasionadamente.
Espera una réplica. No digo nada.
—Todo eso se acabó, por supuesto.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Lo sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú
sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una
generosidad, una ceguera... Hasta hay un momento, al principio mismo; en que es
preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré.

jueves, 18 de febrero de 2010

La nausea ( fragmento)

Qué lejos de ellos me siento, desde lo alto de esta colina. Me parece que
pertenecen a otra especie. Salen de las oficinas, después de la jornada de trabajo,
miran las cosas y las plazoletas con aire satisfecho, piensan que es su ciudad, “una
hermosa ciudad burguesa”. No tienen miedo, se sienten en su casa. Nunca han visto
otra cosa que el agua domeñada que sale por los grifos, la luz que surge de las
bombitas cuando se hace presión en el interruptor, los árboles mestizos, bastardos,
sostenidos con horquetas. Cien veces por día tienen la prueba de que todo se hace
mecánicamente, que el mundo obedece a leyes fijas e inmutables. Los cuerpos
abandonados en el vacío caen todos a la misma velocidad, el jardín público se cierra
todos los días a las dieciséis en invierno, a las dieciocho en verano, el plomo se funde
a 335°, el último tranvía sale del Ayuntamiento a las veintitrés y cinco. Son apacibles,
un poco taciturnos, piensan en Mañana, es decir, simplemente, en un nuevo hoy; las
ciudades sólo disponen de una sola jornada que se repite, muy parecida, todas las
mañanas. Apenas la adornan un poco los domingos. Imbéciles. Me repugna pensar
que volveré a ver sus caras gruesas y tranquilas. Legislan, escriben novelas
populistas, se casan, cometen la extrema estupidez de tener hijos. Entre tanto, la gran
naturaleza vaga se ha deslizado en la ciudad, se ha infiltrado en todas partes, en sus casas, en sus oficinas, en ellos mismos. No se mueve, permanece tranquila, y los
hombres están bien metidos dentro, la respiran y no la ven, se imaginan que está
afuera, a veinte leguas de la ciudad. Yo veo esa naturaleza, yo la veo... Sé que su
sumisión es pereza, sé que no tiene leyes: lo que ellos toman por constancia... Sólo
tiene hábitos y puede cambiarlos mañana.
¿Y si sucediera algo? ¿Si de golpe se pusiera a palpitar? Entonces comprenderían
que está aquí y les parecería que el corazón iba a estallarles. ¿Entonces de qué les
servirían sus diques y sus murallas, y sus centrales eléctricas, sus altos hornos, sus
prensas hidráulicas? Puede suceder en cualquier momento, quizá en seguida; éstos
son los presagios. Por ejemplo, un padre de familia de paseo vera acercársele, por la
calle, un guiñapo rojo como empujado por el viento. Y cuando el guiñapo esté muy
cerca, verá que es un trozo de carne podrida, manchada de polvo, que se arrastra
reptando, brincando, un pedazo de carne torturada que rueda por las alcantarillas
proyectando espasmódicos chorros de sangre. O una madre mirará la mejilla de su
hijo y le preguntará: “¿Qué tienes ahí? ¿Un grano?” y verá que la carne se hincha, se
resquebraja un poco, se entreabre, y en el fondo de la grieta aparecerá un tercer ojo,
un ojo risueño. O sentirán suaves roces en todo el cuerpo, como las caricias que los
juncos hacen a los nadadores en la ribera. Y sabrán que sus ropas se han convertido
en cosas vivas. Y otro encontrará que algo le raspa en la boca. Y se acercará a un
espejo, abrirá la boca; y su lengua se habrá convertido en un enorme ciempiés vivo,
que agitará las patas y le arañará el paladar. Querrá escupirlo, pero el ciempiés será
una parte de sí mismo y tendrá que arrancárselo con las manos. Y aparecerán
multitud de cosas para las cuales habrá que buscar nombres nuevos: el ojo de piedra,
el gran brazo tricornio, el pulgar-muleta, la araña-muleta. Y aquél que esté dormido en
su buena cama, en su dulce cuarto caliente, se despertará desnudo en un piso
azulado, en un bosque de vergas zumbantes, erguidas, rojas y blancas, hacia el cielo,
como las chimeneas de Jouxtebouville, con grandes testículos medio salidos de tierra,
velludos y bulbosos, como cebollas. Y revolotearán pájaros alrededor de estas vergas y las picotearán y las harán sangrar. El esperma correrá lenta, dulcemente, de esas
heridas, esperma con sangre, vidrioso y tibio, con burbujitas. O no sucederá nada de
todo esto, no se producirá ningún cambio apreciable, pero una mañana, al abrir las
celosías, las gentes quedarán sorprendidas porque las cosas estarán pesadamente
rasgadas de una especie de sentido horrible, como si esperaran. Nada más que esto;
pero por poco que dure, habrá cientos de suicidios. ¡Bueno, sí! Que esto cambie un
poco, para ver; no pido otra cosa. Entonces veremos a otros bruscamente sumidos en
la soledad. Hombres solos, completamente solos, con horribles monstruosidades,
correrán por las calles, pasarán pesadamente delante de mí, con los ojos fijos,
huyendo de sus males y llevándolos consigo, con la boca abierta y su lengua-insecto
batiendo las alas. Entonces lanzaré una carcajada, aunque mi cuerpo esté cubierto de
sucias costras opacas que se abrirán en flores de carne, en violetas, en ranúnculos.
Me apoyaré en una pared y les gritaré al pasar: “¿Qué habéis hecho de vuestra
ciencia? ¿Qué habéis hecho de vuestro humanismo? ¿Dónde está vuestra dignidad
de cañas pensantes?” No tendré miedo, o por lo menos no más que en este
momento. ¿Acaso no será siempre existencia, variaciones sobre la existencia? Todos
esos ojos que devorarán lentamente un rostro, estarán de más, sin duda, pero no más
que los dos primeros. La existencia es lo que temo

domingo, 14 de febrero de 2010

Calle del Sena

calle del sena a las diez y media
de la noche
en una bocacalle
un hombre titubea.. un hombre joven
con sombrero
impermeable
una mujer lo zamarrea...
lo zamarrea
y le habla
y el menea la cabeza
su sombrero esta torcido
y el sombrero de la mujer esta a punto de caer hacia atras
los dos estan muy palidos
el hombre desea realmente marcharse..
los dos estan muy palidos
el hombre desea realmente marcharse..
desaparecer.. morir
pero la mujer tiene fuertes deseos de vivir
y su voz
su voz que susurra
no se puede evitar orila
es lamento
orden..
grito..
una voz tan avida..
y triste
y viva
una recien nacido enfermo que tirita sobre una tumba en algun cementerio en invierno..
el grito de alguien que se apreto los dedos con una puerta..
una cancion
una frase
siempre la misma
una frase
repetida..
sin descanso..
sin respuesta..
el hombre la mira sus ojos dan vueltas
hace ademanes
como un ahogado
y la frase vuelve
en el cruce de la calle del sena y otra calle
la mujer insiste
sin cansarse..
insiste en su pregunta inquieta
llaga imposible de curar
Pedro dime la verdad
Pedro dime la verdad
quiero saberlo todo..
dime la verdad..
pregunta estupida y tremenda
Pedro no sabe que responder
esta perdido
ese que se llama Pedro
tiene una sonrisa que el querria tierna
y repite
vamos calmate estas loca
pero no sabe cuanta verdad hay en sus palabras
pero no ve
no puede ver
como la sonrirsa tuerce su boca de hombre..
se ahoga
esta prisionero
encarcelado por sus promesas..
le piden cuentas...
frente a el..
una maquina de hacer cuentas
una maquina de escribir cartas de amor
una maquina para sufrir
lo aferra..
se cuelga de el..
Pedro dime la verdadGuardar ahora

Jacques Prevert


lunes, 8 de febrero de 2010

Hagamos un trato

Con respecto a
estos rios de mierda
que corren a traves de mi cerebro, capitan
Walrus, solo puedo decir que dificilmente
los entienda y rezaria
un monton de AVE MARIAS
para ponerles freno.
incluso volveria a vivir con esa puta
del corazon de lata solo
para sacar estos rios de mierda de mi cerebro, capitan walrus, pero
por supuesto
nunca dejaria de jugar a los caballos o
de tomar
pero
capitan
para sacar estos rios de su curso
te prometeria no comer
huevos nunca mas y
afeitarme la cabeza y las bolas, viviria
en el estado de delaware e incluso
me forzaria a sentarme y ver una pelicula
entera donde trabaje cualquier miembro
de la familia fonda.
Pensalo, capitan walrus, el
durazno esta en la torta y la sombrilla se inclina
al viento del oeste
tengo que hacer algo al respecto..
parece que esto nunca para.
el infierno de cada hombre esta en un lugar diferente: el mio esta justo
aca arriba,
detras
de mi cara arruinada.